Countdown

Nací al principio del otoño como mi madre lo había querido. Fui el único “planeado” de una familia joven, de tres hijos y muchas posibilidades. Mi educación fue al principio en una escuela privada católica, después las cosas empezaron a cambiar en forma radical y me encontré en una escuela pública, en la que los niños convivían con las niñas sin que eso se prestara a “actitudes pecaminosas” o a “comportamientos inmorales”; a pesar de eso nunca dejé de ser el estudiante brillante, el chico bien portado, de modales elegantes y naturaleza fina, del que todos esperaban absolutamente todo sin pensar en ser cuestionados por algo a cambio.

Un día sin decir nada, decidí que era tiempo de dejar de pensar tanto en mi alrededor y empezar a pensar un poco en mi esencia, en mi interior. Desde entonces no dejé que nadie me dijera lo que tenía que hacer, como me tenía que portar, que palabras debía usar o a que lugares debía ir. ¿Por qué permitiría a alguien decidir sobre ser?

He vivido cuanto he querido y como he querido, en la forma que he querido. Ha veces siento que la vida me la bebo de un sorbo, y no necesito excusas para mi comportamiento. A nadie hace daño mi forma de ser (excepto a mi mismo…). Mi vida es una película, en los brazos de extraños he tenido entretenimiento y en las camas de amigos he encontrado consuelo. Nunca la he disfrutado realmente, sentado en una butaca, siempre he estado escribiendo el guión con una originalidad única.

Y ahora, que te conozco, y que las cosas se van dando a tu ritmo, con tus ganas… me doy cuenta de que en realidad he vivido una vida perfectamente planeada, me guste o no, vivo un plan divino, un plan infinito que estaba escrito desde el principio de los tiempos para mi.

Me gustaría acampar en tu mente para saber lo que piensas, que esta llama deje de quemarme por dentro… y de una vez por todas tener el valor de preguntarte si quieres ser mi novio. ¿Qué de planearlo y preguntártelo el fin de semana?